Suicidio Perfecto de Petros Márkaris (Tusquest, 2012), es una novela policial de principio a fin. Su protagonista, el comisario Kostas Jaritos, debe resolver el misterio que se halla tras de los suicidios -nada convencionales- de tres notorios griegos. El caso, además, significa para él nada menos que recobrar su puesto de jefe de homicidios, del cual ha sido separado. Razón por la cual actuará casi clandestinamente.

Jaritos es un policía de la vieja escuela, que acepta los tiempos modernos con más pragmatismo que convicción. Además, vive en una Grecia reinventada a sí misma según el canon de Europa. Un país dividido entre actuar según el estándar de la globalización o sus prácticas culturales inveteradas. Precisamente, esta es la tensión que convierte a una historia policial en una disección a las venas abiertas a la Grecia de principios de siglo.

Un país cuya clase obrera se resiente de haber sido desplazada por la inmigración y que alberga la mala semilla del ultranacionalismo. Un Estado que utiliza los términos de referencia de la modernidad como instrumentos subalternos del clientelismo político. Los medios amarillistas. Una sociedad que ya no cree en el sistema. Verdugos que ahora son víctimas y viceversa. Por cada pasillo que transita el detective Jaritos, Grecia es una nación a punto de caer enferma, pero nadie quiere darse cuenta. “Nos la pasamos muy bien, y eso me aterra”, se dice a sí mismo Jaritos.

Las víctimas de Suicidio Perfecto son antiguos miembros de la resistencia devenidos en empresarios y políticos, una mutación de la que nadie sale con las manos limpias. El autor coloca la linterna sobre ese proceso que lleva a los personajes de poder a la capitulación interior que separa –en términos de Kant- la acción del juicio. Conforme el comisario Jaritos asimila esta premisa, entiende que el caso no podrá cerrarse en cuanto a sus términos morales.

“Todos han salido ganando” le espeta un viejo comunista al detective Jaritos, “antes los despreciábamos porque se vendían por un mendrugo. Ahora los nuestros venden los símbolos de la revolución”. Esta falta de consecuencia entre principio y acción es la alarma que, para Márkaris, activa todas las claves de la novela y a fortiori la propia crisis de su país.

Suicidio Perfecto es fiel al género policial; pero las circunstancias de su trama, su fábula sin moraleja sobre la degradación y la impunidad, inquietará a sus lectores.

 
 

Reseña hecha por @storytellerve09

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