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Publicaciones de la categoría: Entrevistas

Los escritores también tienen su #Librodeldía

11 Viernes Sep 2015

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Ángel Fabregat, escritor español, autor de:

El cielo en ruinas, (MEGUSTAESCRIBIR, 2015), Antologia d’un Onatge (Ed. Columna, 1990).

 

 

 

¿Cuál es tu #Librodeldía?

Pues diré que es La muerte juega a los dados de Clara Obligado. Una colección de cuentos de una fantástica arquitectura próximos a la literatura negra policial.  La muerte juega a los dados se inicia cuando en una casa de la clase alta de Buenos Aires aparece un hombre con un disparo en la sien. Un fantástico detonante para comenzar diferentes historias entrelazadas.

¿Algún placer culposo literario?

Pienso en Michel Houellebecq y la manera que suelen mofarse de él los medios, tanto de su físico demacrado como de los textos que escribe. Su última novela Sumisión, creo que es un valeroso acto de libertad donde imagina a una Francia gobernada por un partido islámico. Inesperadamente me viene a la mente Salman Rushdie. Son casos que pueden tener cierto paralelismo.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Más que un libro fueron unos versos. Un día de joven leí unos versos de Federico García Lorca: “Por los espejos sollozan/bailarinas sin caderas”. Y me pareció maravilloso que en siete palabras se pudieran decir tantas cosas. Desde entonces, durante todo este tiempo he intentado hacer lo mismo. Espero haberlo conseguido, al menos una vez.

 

@angelfabregat  en Twitter

Los escritores también tienen su #Librodeldía

12 Viernes Jun 2015

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SONY DSCYeniter Poleo, escritora venezolana, autora de:

La ciudad vencida, (Editorial Libros del Fuego, 2014).

 

 

 

¿Cuál es tu libro del día?

La carroza de Bolívar de Evelio Rosero. Es una metáfora que cuenta otra metáfora, ambas muy poderosas.  La ciudad de Pasto, la más vilipendiada y deshonrada por la historia, pese a haber sido la más ultrajada y masacrada por los actos “libertadores”, se vuelca contra uno de sus hombres principales porque este ha decidido construir una carroza de carnaval que cuente los desmanes cometidos por Bolívar contra esa misma ciudad.  Por un lado, la sola idea de que una carroza de carnaval desate tal furia y tantos actos siniestros, parece un absurdo, pero precisamente por eso nos evidencia, nos evidencia como países que siguen explosionando rivalidades perpetuas a partir de motivos bobos. Nos evidencia como seres nacidos en América Latina, cada vez más dummies en la medida en que, pese al tiempo transcurrido y los delitos revelados, seguimos estancados en rendir pleitesía a quienes nos maltratan y nos mienten, sabiendo que nos maltratan y nos mienten.  Por otro lado, es corajudo y original desmitificar a Bolívar mediante un objeto carnavalesco, porque vuelve elocuente eso en que se ha convertido el culto a la personalidad del prócer, un relajo, una distorsión, una hipérbole.  La ficción de Rosero combate el disimulo sobre cómo la historiografía oficial ha desterrado de la memoria aquellas voces que han gritado las historias más descarnadas de ese ídolo, empezando por el estudio de 1925 del investigador Sañudo (en cuyos textos el escritor basa el grueso de su relato), hasta los testimonios de quienes vivieron en Pasto y en toda la geografía que recorrió ese Bolívar implacable, feroz, ideologizado con su propia ideología. Rosero introduce personajes que son bisnietas o tataranietas de una niña violada por Bolívar, o una mujer vejada, que van desvelando las prácticas más oscuras del héroe deslumbrante. Acierta también el novelista con su propuesta de insertar relatos textuales pero arropados, aunque a veces se torna literal, empeñado en resaltar dato tras dato, acto bizarro tras acto bizarro. No obstante, es una historia cargada de sarcasmo, crudeza, con puntos de tensión y de deleite, pero también desde una cierta candidez e ignorancia muy nuestra. El autor cierra la primera parte de la novela con una frase que parece dirigirnos de forma solapada, y me atrevo a parafrasearla: Rosero parece feliz de entristecernos a todos, y creo que esa “tristeza” nos hace mucha falta.

¿Algún placer culposo literario?

No sé si culposo pero he disfrutado todo Sherlock de Conan Doyle y toda Agatha Christie.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Novelas, varias.  El diario íntimo de Francisca Malabar, de Milagros Mata Gil; A quien corresponda, de Martín Caparrós; Purgatorio y Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez; La casa del pez que escupe el agua, de Herrera Luque; El mago de la cara de vidrio, de Eduardo Liendo; y más recientemente, La luz difícil, de Tomás González;  sin embargo, hay otras lecturas que han calado en mi memoria, sobre todo porque me han resultado reveladoras, me han dado luz sobre cosas que quería saber, o cosas que no sabía que quería saber; por ejemplo, un librito chiquitico, que conseguí en una librería de viejo, Cuando era feliz e indocumentado, de García Márquez, porque me mostró una Caracas desconocida.  Y también mucho ensayo histórico, como De la dificultad del ser criollo, de Carrera Damas, Contra lujuria, castidad, de Pino Iturrieta, La criolla principal, de Inés Quintero y La herencia de la tribu, de Ana Teresa Torres.

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@yeniterpoleo en Twitter

Foto: Deborah Rodríguez

Élmer Mendoza “Yo quiero hacer una literatura de mi tiempo”

18 Jueves Jul 2013

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Diajanida Hernández G.

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Élmer Mendoza (Culiacán, 1949) escribe sobre su tiempo, su tierra, su realidad. Con su literatura se apropió de un lugar, de un lenguaje y de una forma: Sinaloa, el habla de la calle y el género policíaco. Fue finalista del Premio Dashiell Hammett 2005 con Efecto tequila y recibió el Premio Tusquets de Novela 2007 por Balas de plata. Mendoza creó al detective Edgar “Zurdo” Mendieta, personaje cuyas andanzas ya han sido traducidas a siete idiomas.

Este escritor mexicano es reconocido como uno de los precursores de la narcoliteratura y por su trabajo de incorporación del lenguaje de la calle a su literatura. Federico Campbell, crítico de su país, ha dicho que Mendoza es “el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del narcotráfico” en México.

Mendoza comenzó su carrera literaria a los 30 años, cuando publicó su primer libro. Aunque era lector y “escribía cosas, estaba metido en otra área del trabajo humano”. Ingeniero electrónico, era empleado de una transnacional. Hasta una noche en que llenó un cuaderno de cien páginas, no durmió y cuando amaneció se dijo “voy a ser escritor”. Abandonó la ingeniería y decidió estudiar. “Tuve que renunciar no sólo a la empresa sino a la profesión para poder dedicarme a la literatura. Me inscribí en la UNAM para estudiar Lenguas Hispánicas y aprender otras cosas que necesitaba aprender”. Entre risas Mendoza cuenta que en ese momento se preguntó qué necesitaba para ser un buen escritor, “y yo mismo me respondí que tenía que estudiar literatura”.

A la vocación lectora llegó a los 9 años, en la escuela primaria. “Cuando fui a la escuela primaria me había retrasado tres años. Estaba muy ansioso porque viví mucho tiempo con mis abuelos y en un momento mi abuelo me entrega a mis padres. Me entregó justo el día de las inscripciones. Y mi madre decidió que la acompañara a la escuela para inscribirme.

En mi grupo había un niño más grande que yo, que ya sabía leer, él había llegado hasta tercer grado pero en una escuela en la sierra, y no le habían permitido inscribirse en su nivel y lo mandaron a primero. Era mi compañero de banca y él le puso mi nombre a mi cuaderno. Cuando el maestro nos enseñó la A, yo la ubiqué y la usé inmediatamente. Tenía urgencia por usar el lenguaje, el alfabeto. Ahora que soy escritor pienso que esas son señales.

Otro día mi padre me tenía que comprar un libro y me llevó a buscarlo. Nunca he olvidado el dibujo de la portada. Ese fui mi primer contacto con el discurso escrito”.

En su adolescencia, con 17 o 18 años, Mendoza leyó el libro que lo marcó definitivamente: El conde de Montecristo, de allí llegó a Veinte mil leguas de viaje submarino. “Esas lecturas me hicieron creer que es posible, que existe un mundo distinto al de la realidad, un mundo imaginario y que uno con esos mundos imaginarios puede emocionarse muchísimo. Fue como vivir dos mundos: el de la imaginación –donde yo participaba de todas las aventuras que leía– y el real”.

Después vinieron las lecturas adultas, las que asumió con atención para formarse como escritor. “Leí a Mario Benedetti, donde hay cuestiones sociales, a Borges, Cortázar y el boom latinoamericano: Vargas Llosa, García Márquez. También a Rubem Fonseca, mi gran maestro y ahora amigo. Igual leí la novela europea: francesa, española, alemana. Leí con el fin de ser un buen escritor, eso me llevó muchos años, muchas lecturas”.

—¿Cómo fue al experiencia de conocer a su maestro literario?

—Fue una experiencia de mucho temor y de mucho respeto. A mí me criaron mis abuelos, en un rancho, en una estancia, y ahí te enseñaban que tenías que respetar mucho a tus mayores, y una de las formas de respetarlos era que no debías cruzarte frente a ellos cuando estaban conversando y tampoco podías hacerles preguntas tontas. Cuando tuve mi primer encuentro con Rubem Fonseca, que fue en Rio de Janeiro, pues tuve esa sensación infantil. Pero Fonseca es un hombre muy humano, muy comprensivo y pudimos hablar cerca de tres horas. Le confié muchísimas cosas que tenía en la cabeza, él me animó mucho y fue sensacional conversar con él.

—¿Por qué escogió escribir sobre la violencia?

—Creo que es por la zona en la que vivo: el norte de México. Y allí tenemos otro perfil. Mis mayores son pensadores del desierto, de los pantanales; ahora es la zona más rica del país pero costó muchísimo, costó vidas, años, experimentar, y tenemos un sentido de la temeridad. Ahí se produce heroína por primera vez en nuestro país. Todo eso genera mitos, personajes y un misterio. Canciones, corridos. Cuando me fui a Ciudad de México noté que me respetaban mucho porque era de allá y eso me gustaba.

Digamos que emocionalmente me fui entrenando para eso. Y aunque he intentado escribir otras cosas no sabía que podía escribir tan fácil de esto, porque lo que yo andaba pretendiendo era encontrar mi propia voz. Escribí cuatro novelas antes de la primera que publiqué y las dejé porque no encontraba mi voz. Un día la encontré cuando descubrí que podía mezclar la norma culta del español y el lenguaje popular, el lenguaje de la calle, el lenguaje de la violencia. Mi entorno me ha dado los elementos, las historias, el lenguaje para hacer literatura.

—¿Se siente cómodo con la etiqueta de narcoliteratura o narcoescritor?

Sí, claro que me siento cómodo. Creo que también es una prueba de fortaleza emocional, escribir tiene sus riesgos y no es fácil.

No es fácil contar una realidad tan móvil y siento que algunas de las personas que tildan negativamente lo que hacemos son personas que no se atreven a salir de sus casas. Los hombres y mujeres que trabajamos la violencia somos gente que tiene cierto carácter, que superamos ciertos temores.

Ahora no hay sólo gente de la literatura trabajando este tema, hay gente de la danza contemporánea, de plástica, del cine, los corridistas, la música, el teatro, la ópera. Mira todo lo que hemos generado. Es una realidad muy móvil y no cualquiera le puede entrar. Nacer en medio de la violencia, en la zona de conflicto te entrena la percepción sobre ciertos fenómenos sociales.

—¿Cómo asume su rutina de escritura?

—Tengo rutinas, tengo rituales y no investigo. Me estoy enterando de cosas que pueden formar parte de mi discurso, pero realmente escribo lo que imagino. Todos los días empiezo como a las 5 de la madrugada. Los rituales siempre me ponen en situación, lo cual siempre me ayuda muchísimo, que consisten en leer poemas, trozos de ensayos, hacer ejercicios, hablar con dios. Y me digo a mí mismo que puedo, que soy un tipo capaz, que lo tengo que intentar, que lo mejor que puedo hacer es trabajar y que si lograré algo, algún texto memorable, será trabajando.

Nombre de perro

Sobre Nombre de perro

—En Nombre de perro el trabajo con el lenguaje se acentuó. Parece que las descripciones son menos necesarias y las conversaciones entre los personajes son las que van poniendo en escena la historia. Da la impresión de que hay un intento de despojo y de ser más directo en la narración. Es una narración rapidísima, que no da tregua al lector.

—Sí, la mayoría de mis atmósferas son de acción. Entonces las acciones, la escritura de las acciones no deben ser disgresivas, tienen que ser muy directas porque las acciones violentas, de acción son así. Si la pretensión es que sea una literatura que no solamente se lea sino que se sienta tienes que hacer ese ejercicio. Trabajo mucho para eso, lo calculo, lo escucho, lo siento, le pido a mi esposa que lo lea ella, que me diga qué está experimentando. Es un largo proceso de escritura, no es nada fácil. Igual tiene una dosis de angustia, de desesperación, pero, a la vez, hace falta paciencia para que resulte. Hay que dejar pasar tiempo, probar, probar, probar hasta que queda algo.

Sí la pretensión es esa. Yo quiero hacer una literatura de mi tiempo y quiero ser un autor que genere su voz, que tenga sus seguidores y me da mucho orgullo cuando voy a otro país y me dicen maestro (risas).

—De la saga del Zurdo Mendieta esta parece ser la más crítica. Cada tanto hay frases, oraciones que cuestionan, que interpelan la realidad.

—Sí, es verdad. Creo que al fin hago literatura social, una literatura que cala, que dice incluso asuntos que yo no traté, que nunca quise decir, que ni siquiera escribí, pero lo dice. Sobre todo a partir de una realidad absolutamente inconveniente que la mayoría de los mexicanos sufrimos. Es una carga que la novela tiene, además de todo lo que tiene que ver con el proceso de escritura y todo lo que pretento descubra el lector como distinción de mi prosa, pues también es inevitable que descubra asuntos que tienen que ver con lo que está ocurriendo en la realidad.

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@diajanida en Twitter

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14 Jueves Mar 2013

Posted by Libro del día in Entrevistas

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208732_6295836303_6827_nMario Morenza, escritor venezolano, autor de:

Pasillos de mi memoria ajena, (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2008), La senda de los diálogos perdidos, (Editorial Equinoccio, 2008).

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¿Cuál es tu libro del día?

Hoy acabo de terminar de leer Bestiario de Juan José Arreola. Es un recorrido por la fauna del mundo. Una verdadera fiesta de la animalidad, pues muchos de los aspectos que se les endosan a los protagonistas de esta breve pero brillante pieza de la literatura latinoamericana son características muy humanas. La jirafa, el mono, el ajolote, el hipopótamo, cualquiera de ellos, está a un punto y coma de escaparse de la página e irse tranquilamente a reclamar derechos en la plaza más concurrida y cercana, o solicitar una entrevista con Cala para dar a conocer toda su cultura y toda su historia llena de leyendas y misterios, y capaz anuncien que en veinte años se lancen a la presidencia. Uno como lector, se siente en cada pliegue del animal de turno, en cada mandíbula, en cada superficie áspera como la que nos describe Arreola cuando nos habla del rinoceronte, o de la lentitud  reflexiva y memoriosa del último “modelo de maquinaria pesada de la naturaleza”, el elefante. Cada una de estas breves historias nos desgranan cómo la biología en la Tierra puede tener distintas formas de presentación, pero al fin y al cabo, todas las adaptamos a nuestra manera de ser, pensar y comportarnos. Bestiario se trata del ser humano realizando un elaborado ejercicio de mimesis. Nos leemos en lo animal: cada colmillo y cada protuberancia ósea es el códice que nos define.

Un breve libro, sí, pero recomiendo que lo lean con un lápiz Mongol a la mano, ya que no pararán de subrayar y subrayar. Una recomendación: si llegan a leerlo o releerlo, que sea en la mañana, y que sea a razón de una historia por día. Antes de levantarse de la cama, cepillarse, bañarse y partir a la oficina. En el safari diario, ese animal en más de una ocasión se les manifestará, ya sea en la conducta de los (moto)taxistas, o en la psicología variable de cajeros bancarios. Siempre ese relato dejará huellas de su existencia, o más bien, de su persistencia, a lo largo, ancho y profundo de la jornada. Quizá en la noche, cuando estemos en el proceso de quitarnos el día de encima, de bañarnos, cepillarnos e ir al sueño, pensaremos que el guión onírico que nos prepara nuestro subconsciente hará aparecer, febril y soberbio, una de estas bestias del catálogo arreoleano.

¿Algún placer culposo literario?

Años atrás no me atrevía subrayar ningún libro, ni mucho menos doblar sus hojas. Para mí, el subrayado era una herida que uno podía esgrimirle a la página sagrada de un Muñoz Molina, un Villoro, un Marías o Vila-Matas. Doblar una página, suponía su fractura.

Alguna vez escuché a una profesora de bachillerato decir en plena clase que “un libro que no estuviera rayado era un libro que jamás había sido leído, era un libro incompleto”. Sus palabras, aunque magistrales, con ese tono con que pronunciamos las frases que nos recomiendan la moral y las luces, las juzgué como la mayor de las blasfemias: el lema de una sociedad secreta antilibros.

Para aquel entonces, apenas leía a Otrova Gomas y Aquiles Nazoa, y soñaba con escribir obras como las de ellos (y aún el sueño persiste). Con el tiempo, y ya en Letras UCV, la lectura se me convirtió en una actividad de cotidiana ferocidad. Hallaba una frase iluminadora y de inmediato acudía a un desteñido cuaderno Caribe. En él, hasta el indio de la portada se veía anémico y a las siluetas del mar se ceñía un oleaje amarillo, contaminado por un extraño moho. Era una visión desalentadora si el cuaderno lo hubiera destinado para anotaciones de Biología o Ciencias de la Tierra (ya las tablas de multiplicar y dividir de la contraportada eran una tabla única de pruebas microscópicas de nuevos elementos químicos). En ese deteriorado cuaderno transcribí las mejores frases y ocurrencias de los escritores que iba descubriendo en mis primeras lecturas. Me gustaba una frase, y allí estaba mi cuaderno Caribe para recibir a las nuevas palabras como si se tratasen de coordenadas y latitudes que más tarde me revelarían un misterio del universo.

Para bien, la situación ha cambiado. La militancia pro-derechos-de-las-páginas-sin notas-marginales-ni-subrayados ha cedido a favor de una vida literaria más práctica. Mi sueño adolescente ha quedado en el olvido. Un vago recuerdo de mi inicial método de clasificar frases.

Hoy, para bien, la situación ha cambiado. Con la ayuda de un lápiz Mongol, en el Metro, en el Instituto de Investigaciones Literarias UCV, o en Coche, si me topo con una frase genial, que capte mi atención, que me haga comprender un poco más del Universo, una frase potencialmente citable o tuiteable, o perfecta para el epígrafe de algún cuento o para citarla bajo las reglas APA; pues bien, respiro profundo, y con la frialdad de Django y el doctor Schultz que en mis tempranos 20 años nunca me imaginé ser portador, tomo mi lápiz, trazo en la página una línea vertical que extenderé desde un punto determinado paralelo al comienzo de la frase hasta que ésta concluya.

(En la transición entre no rayarlos en lo absoluto y ahora apenas con lápiz, lo que hacía antes era dibujar un círculo alrededor del número de la página que contenía la frase reveladora. Así sabía que en la 156 o en la 404, se encontraba una buena frase. Releía la página y de seguro daría con ella en alguno de los párrafos.)

No puedo negar que este placer me deja algo de culpa. Que en cada centímetro de estos trazos verticales mido mi traición a los ideales primigenios de lector. A pesar de todo, está una compensación. Dentro de unas décadas, por allá, a finales de febrero de 2033, sabré con certeza cuál fue mi lectura de Bestiario cuando tenía 30.8 años de edad y estaba a semanas de ser magíster en Literatura Venezolana.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

En mi adolescencia dos autores me llevaron de la mano a elegir Letras como carrera universitaria: Otrova Gomas (Jaime Ballestas) y Aquiles Nazoa, el primero con la totalidad de sus obras y el segundo con su Humor y amor. Me llevaron de la mano no por una acera ni bulevar, más bien, me guiaron a través del abismo que significaban para mí los algoritmos, las fórmulas matemáticas para resolver problemas de Baldor y que, a veces, con la ayuda de las gomas Nata, lograba traficar estas fórmulas como chuletas, ese material ilícito a la hora de un examen. ¡Esas fórmulas! ¡Esas fórmulas para calcular la velocidad de una pelota que tardó 7 segundos en caer desde un décimo tercer piso o el periodo del Berilio o cualquier problema que se le ocurriera al redactor creativo de Física 9no! Cada fórmula una para mí más complicada y extraña que la anterior: ¿cómo aprender sobre sustancias que ni siquiera sabía de qué color eran ni mucho menos a qué demonios olían? (muchas huelen como debe oler un demonio).

Me es difícil precisar obras, pero sí autores. Ya he mencionado algunos en esta entrevista. Pero puedo nombrar otros más cuya narrativa me ha impactado, me ha hecho repensar la vida. Por ejemplo, toda la literatura de Augusto Monterroso es una. La de Felisberto Hernández es otra. Éste, altamente recomendable como inconseguible, es el número 116 de la Biblioteca Ayacucho, que recopila gran parte de sus cuentos y novelas. De Bernardo Atxaga, si comienzas a escribir narrativa, es de carácter obligatorio dar un paseo por las páginas de Obabakoak, siempre agradezco estas clases con Luis Felipe Castillo en Letras, por allá, por el año 2002 en el aula 207; él, fervoroso, nos mandaba a leer Obras completas y otros relatos, a Cortázar, a Hemingway, a Carver, a Marías y a Villoro. El libro Vacío perfecto es de los más geniales que he leído. Se trata de críticas a libros inexistentes. Su autor es el Stanislaw Lem. Cada uno de estos autores me ha abierto una compuerta, una posibilidad de saberme parte de otros mundos de ficción, de saber a qué velocidad cae la realidad cuando se lanza por la ventana a las cinco de la tarde, a las cinco en punto de la tarde.

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@MarioMorenza en Twitter

Foto: Nenúfar Colmenares

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07 Jueves Mar 2013

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Ruffato Luiz_lisbeth Salas1 copyLuiz Ruffato escritor brasileño. Ha publicado los libros Histórias de remorsos e rancores (1998) y Os sobreviventes (2000. Ganó los premios APCA (Associação Paulista de Críticos de Arte) y Machado de Assis de la Fundación Biblioteca Nacional de Brasil con la novela Eles eram muitos cavalos (2001). En 2005 comenzó la serie Inferno provisório. Este año recibió el Premio Casa de las Américas en la categoría Literatura Brasileña por la novela Domingos sem deus. Sus libros han sido traducidos al español, italiano, francés y alemán.

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¿Cuál es tu libro del día?

Estoy leyendo Ganhando meu pão (no sé como se llama en español) de Máximo Gorki. Es el segundo volumen de una trilogía autobiográfica del autor ruso. En esto libro, Gorki cuenta la vida de aventuras y miserias de un niño en una Rusia pobre, paralizada por la ignorancia y por la falta de perspectivas.

¿Algún placer culposo literario?

No, toda mi relación con la literatura es siempre placentera…

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

El libro que cambió mi vida fue Babi Iar, de un autor ucraniano (en la época que yo lo he leído era soviético) llamado Anatoly Kuznetzov… Él cambió mi vida porque fue el primer libro que leí… Y con él descubrí que el mundo era más ancho de lo que creía y que era posible viajar sin salir del lugar… Es un libro terrible, sobre un masacre de judíos en la Segunda Guerra Mundial, pero marcó a aquél niño que vivía en una pequeña ciudad del interior de Brasil…

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21 Jueves Feb 2013

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Norberto José Olivar foto de Juan Hurtado_1Norberto José Olivar, escritor venezolano, autor de:

El misterioso caso de Agustín Baralt (2000), Morirse es una fiesta (2005), El fantasma de la Caballero (2006), Un Vampiro en Maracaibo (Alfaguara, 2008), Cadáver exquisito (Alfaguara, 2010), El príncipe negro (Editorial Lugar Común, 2011).

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¿Cuál es tu libro del día?

Me lo preguntas y pienso en Vértigo (Debate, 2001) de Sebald. Quedé fascinado por la mezcla literaria con la propia biografía del autor, es como si los libros leídos formaran parte de su historia personal, del hombre que va siendo, y conectado siempre a devenir histórico. Este libro me enseñó que no existen límites entre ficción y realidad, que el mundo es la decodificación de lo que leemos y lo que sentimos, que la verdad es un vacío inmenso, un agujero negro que amenaza con tragarnos. La libertad con la que se escribió este libro es envidiable, Sebald me mostró, también, el efecto extraordinario de la imagen (no la ilustración) como parte del texto y la lectura. Todo esto sin contar un estilo soberbio y en extremo sencillo, de una belleza insospechada.

¿Algún placer culposo literario?

Me gusta quemar ciertos libros, de ciertos autores, en ciertos días…

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Piedra de mar, se lo leí a una chica que después se hizo mi novia, y pasado unos años, mi esposa. Luego tuvimos dos hijos y parece que tiene planes de seguir casada conmigo (eso espero). Pero luego de Piedra de mar supe que deseaba escribir más que cualquier otra cosa en el mundo. Soñaba con que alguien sintiera conmigo lo que yo sentí con Massiani.

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@EldoctorNo en Twitter

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14 Jueves Feb 2013

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fedosy santaellaFedosy Santaella, escritor venezolano, autor de:

Postales sub sole, (De la A a la Z ediciones, 2006), Rocanegras, (Ediciones B, 2007), Piedras lunares, (Ediciones B, 2008), Las peripecias inéditas de Teófilus Jones, (Alfaguara, 2009), (Ciudades que ya no existen, Fundación para la cultura urbana, 2010 y Bruguera, 2012), Instrucciones para leer este libro, (Bid & Co editor, 2012)

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¿Cuál es tu libro del día? 

Mi libro del día es Yo y la energía, publicado por editorial Turner, un libro que anda dando vueltas por nuestras librerías. Se trata de un tríptico conformado por una biografía de Tesla de unas cientos cuarenta páginas, a cargo del escritor, crítico y experto en Tesla, Miguel A. Delgado, y por dos textos bastante carnosos, escritos por el mismo Tesla. «Mis inventos», se llama la segunda parte, y aquí Tesla cuenta sus primeros años y el desarrollo de su carrera como inventor en seis interesantísimos capítulos que aparecieron seriados en 1919 en la revista Electrical Experimenter. La tercera y última parte se titula «El problema de aumentar la energía humana», un texto que vio la luz en 1900 dentro de la revista Century Magazine. Es un conmovedor, original, descabellado y muy profundo ensayo de Tesla, donde, como buen científico, parte de una mirada al hombre desde una perspectiva pragmática, para luego irse a reflexiones muy humanas y filosóficas. Tesla comienza el ensayo viendo  al hombre como un objeto que debe ponerse en movimiento, pues para él la vida es movimiento. Se pregunta luego cómo se puede aumentar su potencial —la energía humana— para hacer del hombre un ser mejor en un mundo también mejor. Allí encuentra tres momentos. 1) El aumento de la masa. 2) La fricción. 3) La fuerza. Dice Tesla, con respecto al primer punto: «La masa aumentará mediante una atención cuidadosa a la salud, mediante la comida nutritiva, la moderación, la regularidad en las costumbres, la promoción del matrimonio, la atención consciente a los niños y, en general, mediante la observación de muchos preceptos y leyes de la religión y la higiene.» Tesla piensa que la comida es fundamental también para el aumento de la energía. Pero no la artificial, por lo que le parece que hay que buscar la manera de aumentar la productividad de los suelos. Preservar la tierra es fundamental (acá Tesla se muestra como uno de los primeros ecologistas de los tiempos modernos). En el segundo punto analiza aquello que hace resistencia al movimiento, y allí encuentra (ya verán qué maravilla) el utopismo, la demencia, la tendencia autodestructiva, el fanatismo religioso, la imbecilidad, la ignorancia y la guerra. La última —la guerra— le parece la mayor de las fricciones, y sobre ésta se detiene en buena parte del texto. Igualmente, para finalizar, nuestro excelso inventor medita sobre todo aquella fuerza que puede ayudar al movimiento de la energía humana, y allí ve la productividad y el conocimiento. Su conclusión: comida, paz y trabajo deben ser los tres medios para mejorar la energía humana. En este último texto, Tesla se muestra, ya lo vemos, sumamente reflexivo, frugal, estoico casi. Entiende que el bienestar de todos los hombres («todos somos uno») es más importante que el interés de cualquiera, y que todo está unido, incluso el planeta y la humanidad. No cabe duda, Nikola Tesla era un adelantado a su época. Un adelantado a cualquier época, porque su pensamiento, como el pensamiento de todo genio, no tenía tiempo ni espacio.

¿Algún placer culposo literario?

Sí, ponerme a leer algunos libros que de antemano sé que no me gustarán. Y así, me fajo sobre las primeras páginas, diciéndome que ahora sí disfrutaré del complejo trabajo de lenguaje, del retardo en la acción, de la profundidad de pensamiento, y me digo pero qué bueno, qué bueno todo esto, qué literario… hasta que me doy cuenta que me engaño, que de verdad no me gusta esa vaina, y que ni a placer culposo he llegado.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Autores: Julio Cortázar, Edgar Allan Poe, Stephen King, Armando José Sequera, Arthur Conan Doyle, Saki, Ambrose Bierce, Felisberto Hernández, Otrova Gomas, Dashiell Hammett, Quevedo, Leonora Carrington, Shothe Lomektho, Henning Mankell y el duque de Rocanegras. Casi todos ellos me han enseñado la escritura que yo hoy día intento. Todos ellos son un antes y un después.

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@Fedosy en Twitter

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07 Jueves Feb 2013

Posted by Libro del día in Entrevistas

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Sinar AlvaradoSinar Alvarado, escritor colombiano, autor de:

Retrato de un caníbal, (Debate 2005). Sus crónicas han aparecido en las revistas: Gatopardo, Semana, SoHo, El Malpensante, Travesías y Esquire.

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¿Cuál es tu libro del día?

Mi libro del día se llama Los hijos de la roca, y es la mejor crónica que he leído en los últimos meses. Desde el primer párrafo el lector cae en manos de un narrador eficaz, manipulador como dios manda, que pone su dominio de la dramaturgia al servicio de un relato verídico: la historia está plagada de escenas bien tejidas, de ritmo, de momentos que gritan y dibujan verdades mayores. El libro cuenta el largo ascenso de un grupo de alpinistas colombianos que viajan rumbo al Everest, en 2007. Son ocho capítulos que contienen perfiles de varios personajes (los hijos), desde sus entrenamientos en Suesca, un pueblo con montaña de piedra (la roca) ubicado cerca de Bogotá, hasta el último paso en la cima del mundo. Todos los relatos tienen los ingredientes necesarios: suspenso, conflicto, riesgo, épica. Y mucho más: una investigación rigurosa, reflexiones hábilmente urdidas entre la narración y varias ilustraciones que complementan la riqueza del relato. Ahora, ¿quién cuenta esta historia? El autor del libro es Luis González Sarmiento, un colombiano que se ha desempeñado como productor, director y guionista de cine, teatro y televisión. González Sarmiento no es periodista, y nunca ha trabajado en periodismo, que yo sepa, pero su prosa contiene un valor fundamental del oficio: instinto narrativo.

¿Algún placer culposo literario?

Ya no tengo ninguno. Pero hace más de veinte años, cuando empecé a leer, todos mis amigos eran  —creían ser— chicos duros, y recuerdo que el solo acto de sostener un libro era una vergüenza inconfesable.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Hay decenas de libros que me han marcado, pero aquí el ejercicio consiste en elegir uno. ¿Alguna novela capital? ¿Algún título imprescindible de un autor consagrado? No. Forzosamente ese único libro decisivo tendría que ser, para mí, 2001 datos curiosos. Fue el primer libro que leí completo, cuando tenía once años. Y es una suerte de Aunque usted no lo crea: una recopilación de datos extravagantes que van de la geografía a la botánica, del deporte a la monarquía, de los grandes hombres a las anécdotas más inútiles. Para completar el asombro de mi primera experiencia literaria, en la solapa de aquel volumen venía la fotografía de su misterioso autor: un marino en retiro que llevaba el rostro cruzado por un tapaojos. ¿Por qué me marcó ese libro? Obvio: fue el que me llevó a todos los demás.

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@sinaralvarado en Twitter

Los escritores también tienen su #Librodeldía

24 Jueves Ene 2013

Posted by Libro del día in Entrevistas

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Arnoldo RosasArnoldo Rosas, escritor venezolano autor de:

Olvidate del tango, (1999), La muerte no mata a nadie, (2003), Uno se acostumbra, (2011), Para enterrar al puerto, (2012),  Massaua, (2012).

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¿Cuál es tu libro del día?

Te doy dos por el precio de uno.

El primero es la novela HHhH de Laurent Binet. Trata sobre el atentado contra Reinhard Heydrich, uno de los más importantes jefes de la SS nazi, en Praga, organizado desde Inglaterra por los aliados, usando como ejecutantes a miembros de la resistencia checa. Hay una clara revisión de los acontecimientos, la revisita a películas, documentos y otros libros que trataron sobre el tema; y los personajes son vivos, claramente visibles, con una gran dinámica de libro de acción; pero a mi juicio, lo más importante, es que dentro de la trama, el autor va contando cómo se enamoró de la idea de esta novela, todo su proceso de investigación, cómo fue descubriendo elementos novedosos, lo que es otra trama dentro de la novela, tan interesante como la trama principal, que  le da al texto una lectura de múltiples niveles, algo poco común en los libros del género.

El segundo es el libro Escribir ficción. Guía práctica de la famosa escuela de escritores de Nueva York Gotham Writers’ Workshop, Editado en español por la editorial Alba. En once capítulos y cuatrocientas páginas te dan un diplomado completo de escritura creativa, centrado en la ficción narrativa. Un lenguaje sencillo, claro, con ejemplos precisos; propuestas de ejercicios para que el lector trabaje casi que después de cada párrafo, lecturas recomendadas y de ñapa te dan el enlace a la web de la escuela y recomendaciones para presentar los trabajos a revistas, editoriales y agentes. Cien por ciento recomendable a todo aquel que tenga interés en escribir ficción, no importa si es aspirante, principiante o avezado escritor.

¿Algún placer culposo literario?

Comprar mucho más libros de los que podré leer jamás. Es un vicio tan placentero como la gula, creo yo, y, definitivamente, debe ser pecado.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Varios a lo largo de mi vida. Te menciono dos fundamentales. El primero es  La isla del tesoro de Stevenson, con él descubrí la lectura; un placer nuevo, una forma de imaginar, de vivir diferentes vidas, de recorrer mundos insólitos y distantes. El otro es Las confesiones de san Agustín; allí comprendí que si un pecador tan tremendo como ese Agustín de Hipona pudo alcanzar la santidad, todos podemos ser santos; el asunto es remar parejo, y ahí vamos, dando golpe y golpe, cayendo y levantando, a ver si logramos algo, ¡y sin dejar de escribir ficción!

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@arnoldorosas en Twitter

Los escritores también tienen su #Librodeldía

29 Jueves Nov 2012

Posted by Libro del día in Entrevistas

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Carolina Lozada, escritora venezolana autora de:

Memorias de azotea, Los cuentos de Natalia y el libro de crónicas La vida de los mismos. Forma parte del equipo de la revista digital Las Malas Juntas www.lasmalasjuntas.com y actualmente es becaria de la Fundación Bogliasco en el Centro Studi Ligure

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¿Cuál es tu libro del día?

Un perro callejero es adoptado por un científico ruso (burgués) en tiempos de comunismo soviético. Luego de unos días instalado en su nueva casa, Sharik, el perro, es sometido a un experimento para trasplantarle la hipófisis de un delincuente que acaba de morir. Una vez realizada la operación (al mejor estilo del cine expresionista alemán), Sharik sufre una siniestra transformación: deja de ser un perro leal y agradecido y se convierte en alguien con la voz y algunas características negativas del comportamiento humano. Se vuelve un patán, soberbio, agresivo, manipulador, con ínfulas de comisario delator. En las páginas de esta novela uno encuentra guiños que hacen alusión a la época bolchevique.

En la ficción de Mijail Bulgákov, manejada en clave de humor, se asoman los excesos de la militancia totalitaria en un mundo donde la intimidad está invadida por reglas de juego en que el Estado se entromete hasta en el espacio en que habitas. Con esta novela, el autor ruso se burla del “hombre nuevo”, de la disciplina de los patrioteros camaradas de la Unión Soviética. Corazón de perro (escrita en 1925 y no publicada en Rusia sino hasta 1987) es un libro que se actualiza en cada irrupción de modelos y procesos personalistas que pretenden crear sociedades pujantes y felices y no terminan siendo más que infelices copias de un original ya defectuoso y fracasado.

Lamentablemente, Bulgákov no pudo ver el fin del régimen que le arruinó la vida. Y hoy uno lo lee a lo lejos ―viviendo dentro de un intento de versión tropicalizada post post soviética-cubana― y no puede evitar pasmarse entre el asombro, la risa y la impotencia, cuando se topa con un pasaje en el que se muestra una especie de déjà vu, un esto ya lo habían vivido otros:“¿Por qué la electricidad que, si no me falla la memoria, en veinte años se había apagado quizá un par de veces, ahora sufre apagones todos los meses religiosamente”. La literatura, como comprobamos siempre, sigue siendo el oráculo, el ojo eternamente abierto.

¿Algún placer culposo literario?

Me divierte malsanamente la cursilería telenovelera en prosa. Hay textos que parecen escritos con la voz de los clásicos anunciantes de telenovelas venezolanas.

¿Un libro que haya marcado un antes y un después?

Creo que todo Copi. Su escritura desenfada, su mundo estrafalario, grotesco, vorazmente sexual, me explotó en el rostro. Las viejas travestis, El baile de las locas, La guerra de las mariconas son algunos de mis textos porno-literarios favoritos. Después de leer a Copi comenzó mi búsqueda de autores que hagan de los tradicionales motivos clásicos de la literatura una experiencia menos convencional, más salvaje y disfuncional. En esa búsqueda me topé con Yasutaka Tsutsui y las situaciones intensas y descalabradas que forman sus libros Estoy desnudo y Hombres salmonela en el planeta porno. Y como dejar de lado al muchacho de escenas sucias: Philip Roth.

Eso: Copi, un argentino trasvestido en París, me dio con el látigo y me hizo soltar la carcajada que mantenía reprimida.

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