En el prólogo a su libro de cuentos Sauce ciego, mujer dormida, Haruki Murakami afirma: “es difícil hacer experimentos como a mí me gusta dentro del marco de una novela”. No obstante, el lector de Baila, Baila, Baila deberá disentir del propio escritor. Si este lector, además, pertenece a la gran mayoría de aficionados al autor nipón que leyó en primer lugar Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, no verá en esta nueva traducción sino la fragua artesanal de la inequívoca firma del novelista.

Publicada recientemente en español casi un cuarto de siglo después de su primera edición en Japón, Baila, Baila, Baila, aparece como una novela de estilo dórico a los lectores hispanoamericanos de Murakami, ya acostumbrados a su imaginario superlativo. La trama es arquetípica del autor: un joven solitario debe completarse a sí mismo a través de las claves que le son dadas en una realidad yuxtapuesta. También esta vez, aparecen personajes misteriosos (incluido un escritor cuyo nombre es un anagrama de Haruki Murakami) y una adolescente dotada de un sentido de percepción oculta.

Baila, Baila, Baila es una novela más de estilo que de contenido. Sus símiles y onomatopeyas muestran a un autor en formación. Sus recursos literarios tienen una efectividad hiperbólica: “Era Kiki. Mi cuerpo se crispó sobre la butaca. Detrás de mí se oyó el ruido de una botella rodando por el pasillo del cine”. Falta el elemento épico que madura en las novelas siguientes. Sin embargo, los fanáticos hispanoamericanos del japonés agradecerán reencontrarse de nuevo con los fetiches del autor. Las primeras páginas de la novela, son un sorbo puro de licor murakamiano.

Paul Valéry establece en sus Cahiers tres grandes variables que constituyen el conocimiento: Cuerpo, Mundo, Yo-alma/espíritu; y escribe con resuelta clarividencia, “el yo es el origen”. Esta concepción es simétrica con la estrategia narrativa de Murakami. Sus historias establecen una relación irrevocable entre el cuerpo, el mundo y el espíritu. Sus personajes, proyectan los nudos que deben desenlazarse a lo largo de la trama (“y es que los pensamientos reverberaban” reconoce el protagonista de Baila, Baila, Baila).

Leer la última novela traducida al español de Murakami, implica colocarse en perspectiva. Como el alpinista que vuelve a escalar un monte cuya cima ya ha sido alcanzada, pero que esta vez sólo va a una estación intermedia. Quienes desconozcan la cronología del autor, pueden desalentarse o criticarlo de manera acerba. Pero Murakami, como la realidad, no es un sistema lineal y a sus lectores siempre les emocionará reflejarse en las solitarias contiendas de sus personajes; o imaginar sus propios pensamientos reverberar en la oscuridad de su particular Hotel Delfín, a donde cada quien vuelve en sueños.

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Reseña hecha por @storytellerve09

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