índiceQue Haruki Murakami merezca el Nobel por su testimonio artístico de la lucha de los hombres contra la soledad y el dolor que padecen, es una verdad manifiesta. Pero podría establecerse como hipótesis que, luego de haber salido al encuentro de  múltiples fantasmas y estados de conciencia, su escritura haya perdido densidad. Un  escritor no puede cruzar dos veces el mismo abismo.

Los años de peregrinación del chico sin color (TusQuets,2013) su última novela publicada, es una historia que reúne las claves típicas del autor. Si bien oscila más hacia la realidad, también propone elementos inconscientes que hubiesen añadido una riqueza extraordinaria a la anécdota, pero que son dejados a su suerte. Nada se salva del conjuro que cruza a la vida con el tiempo, ni siquiera la creación literaria.

Tsukuro Tazaki, excluido de su círculo íntimo de amigos de la infancia a comienzos de la universidad, debe confrontar su pasado dieciséis años después. No sólo para descubrir las razones del desprecio de sus amigos sino para dar también con las claves que le han impedido el desarrollo de sus afectos posteriores. En el camino, aprenderá a leer la partitura de su vida.

Una historia de personajes alegóricos y efímeros, de secretos no revelados. Una historia que apenas se elabora (especialmente en el plano de lo fantástico) a pesar de que Murakami se mantenga fiel a su sistema clásico de referencia.

«La escritura traza siempre mucho más que los signos que alinea» postula el filósofo francés Jacques Rancière. «Traza al mismo tiempo cierto tipo de relación entre los cuerpos con sus almas, entre los cuerpos entre sí y de la comunidad con su alma». Todo esto vale para un Murakami que, por esta vez, deja en manos del lector el  descifrar las consecuencias de sus conocidas sincronizaciones oníricas.

Los asiduos murakamianos deben leer su nueva novela. De alguna manera está escrita para ellos, su elaboración es un cálculo exacto de la historia con el patrón creativo del autor japonés. No hay gatos esta vez, tampoco ecos que resuenan desde lo profundo, pero sí mucha música clásica y una historia universal. Las últimas páginas del libro, de una emocionada violencia interior, muestran al mejor Murakami.

Respecto a la historia de Tsukuro Tazaki, somos los lectores quienes debemos recrear por nosotros mismos el laberinto fantástico que sugiere, pero no cuenta Murakami; ¿fatiga de la pesantez o acto deliberado? De todas maneras, sus libros nos seguirán fascinando.

 

 

Reseña hecha por @storytellerve09

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